Artículo publicado por Adrian Cho el 28 de agosto de 2015 en Science News
Es uno de los conceptos más extraños en
el ya de por sí extraño campo de la física cuántica: medir la condición,
o estado, de una partícula cuántica como un electrón puede cambiar
instantáneamente el estado de otro electrón, incluso si se encuentra a
años luz de distancia. Esta idea molestaba a Albert Einstein y otros,
dado que sugería que algo puede viajar más rápidamente que la luz, y que
la realidad, de algún modo, está determinada por las medidas que
realizamos. Pero ahora, un equipo de experimentadores dice que ha
cerrado el caso para este concepto, sellando una de las fisuras de
anteriores demostraciones.
“Éste es un artículo de referencia en la
física cuántica”, expresa Howard Wiseman, físico de la Universidad
Griffith en Nathan, Australia, que no estuvo implicado en el trabajo. “A
partir de ahora no puede quedar ninguna duda razonable de que el mundo
físico es profundamente diferente de nuestras intuiciones cotidianas”.
Christopher Ferrie, físico de la Universidad de Sídney en Australia,
señala que para muchos físicos, el problema ya se zanjó hace tiempo.”Si
haces una encuesta entre los físicos de mi generación, o posteriores, no
se inmutarán por ello”, comenta. El verdadero avance, especifica, está
en la apertura del camino para las tecnologías de comunicación cuántica
ultraseguras.
El experimento lo realizaron Ronald
Hanson, físico de la Universidad Tecnológica de Delft en los Países
Bajos, y sus colegas. Hanson declinó debatir sobre el artículo, que se publicó en el servidor de arXiv, dado que aún está bajo revisión por una revista que aún no se ha hecho pública.
El experimento implica un concepto
conocido como entrelazamiento. Imagina un electrón. Al igual que una
peonza, puede girar en un sentido (arriba) o en otro (abajo).
Extrañamente, la teoría cuántica dice que el electrón puede también
girar en los dos sentidos a la vez, aunque si lo mides, el estado
cuántico “colapsará” de modo que tendrás al electrón girando en uno u
otro sentido con igual probabilidad. Cómo se realiza esta medida es
importante. De acuerdo con la teoría cuántica, no se puede simplemente
leer el espín directamente; tienes que usar un analizador que puede
fijarse, como el dial de una radio, hacia una orientación
particular para ver si el electrón está girando en un sentido o en el
contrario. En el caso del giro en ambos sentidos, fijar el analizador
verticalmente lleva al electrón a colapsar en el resultado 50-50.
Aún más extraño es que dos electrones
pueden entrelazarse de tal modo que el espín de cada electrón es
totalmente desconocido, pero los dos están completamente vinculados y
correlacionados entre sí. Supón que Alice y Bob comparten dos electrones
entrelazados y cada uno tiene un analizador configurado verticalmente.
Si Alice mide su electrón y encuentra que gira hacia arriba, sabrá
instantáneamente que el de Bob gira hacia abajo, incluso si Bob está en
otra galaxia. Esta “acción fantasmal a distancia” fue una molestia para
Einstein, dado que sugiere que la onda cuántica que describe el colapso
de los electrones viaja a una velocidad superior a la de la luz. También
sugiere que la “realidad” del estado de giro de un electrón, la que
puede conocerse del mismo, no está determinada hasta que se mide el
electrón y la onda cuántica colapsa.
Einstein encontró esta idea difícil de
aceptar. En lugar de esto, defendía que la mecánica cuántica estaba
incompleta; básicamente, que existían “variables ocultas” codificadas en
cada electrón pero fuera del ámbito de la teoría, que determinaban el
resultado de la medida de Bob. Este concepto obvia el colapso a una
velocidad superior a la de la luz, debido a que el factor de
determinación viaja junto con el electrón de Bob. También se burla de la
idea de que la medida revela algún aspecto del mundo que existe de
manera independiente al mismo, de la misma forma que asumimos que existe
el color de una pelota de tenis antes de mirarla.
Sin embargo, en 1964, el teórico
británico John Bell encontró una forma de poner a prueba la diferencia
entre el colapso de la onda cuántica y las variables ocultas. De acuerdo
con la teoría cuántica, si Alice y Bob inclinan sus analizadores en
ángulos diferentes, deberían dejar de ver esa correlación perfecta en
sus medidas. Por ejemplo, supón que Alice mantiene su analizador
vertical, y Bob inclina el suyo 45º. Entonces, si Alice halla que su
electrón gira hacia arriba, la probabilidad de que Bob encuentre que su
electrón gira hacia abajo, definida su nueva orientación, es de sólo el
71%. Bell imaginó que Alice y Bob variaron repetidamente la orientación
de sus analizadores. Demostró matemáticamente que las variables ocultas
generarían correlaciones más débiles que un cierto límite, definido en
una fórmula conocida como desigualdad de Bell. El colapso de las ondas
cuánticas podría arrojar correlaciones superiores. La fórmula ofreció
una prueba fiable para determinar si las variables ocultas estaban
realmente ahí.
Bell también explicó que el colapso de
las ondas a velocidad superior a la de la luz no violaría necesariamente
la prohibición de la relatividad respecto al viaje supralumínico. Dado
que Alice no puede controlar el resultado de su medida, no puede usarla
para enviar información a Bob más rápidamente que la luz. Ella y Bob
simplemente pueden confirmar la correlación después del hecho. Esta es
actualmente la interpretación estándar de la relatividad.
En la década de 1970, los
experimentadores empezaron a tomar medidas diseñadas para ver si la
desigualdad de Bell se mantenía. Consistentemente encontraron
correlaciones más fuertes de lo que permitían las variables ocultas.
Esos resultados, en general, convencieron a los físicos de que Einstein
estaba equivocado. O las ondas cuánticas deben colapsar más rápidamente
que la luz, o los resultados de las medidas no podían estar
predeterminados por variables ocultas: hasta que no se realiza una
medida sobre un electrón que gira en ambos sentidos, literalmente gira
en ambos sentidos.
Sin embargo, realizar una prueba
irrefutable del teorema de Bell es complejo, y en los últimos años
los físicos se han preocupado por los “resquicios” que permitirían que
algún otro efecto aparte del colapso instantáneo de la onda cuántica
distorsionase los resultados. Ahora, Hanson y otros 18 colegas afirman
hacer realizado la primera prueba sin fisuras del teorema de Bell.
Para poner a pruebas la idea de Bell,
los físicos deben asegurarse de que no hay otra influencia aparte de las
propias medidas que pueden viajar entre los electrones en el tiempo que
se tarda en realizar las medidas. Esto es un toda una hazaña, dado que
la luz viaja a 299 792 kilómetros por segundo. Hanson y sus colegas
separaron las dos estaciones con sus electrones 1,28 kilómetros en el
campus de Delft. Esto les daba 4,27 microsegundos para realizar ambas
medidas antes de que una señal a la velocidad de la luz llegase de una
estación a la otra.
Los investigadores aún tenían que
entrelazar los electrones separados. Para hacer esto, primero
entrelazaron cada electrón con el estado de un fotón que luego enviaron a
través de una fibra óptica a una tercera estación entre las dos
primeras. Sólo si los dos fotones llegaban simultáneamente e interferían
entre sí de la forma adecuada, los electrones quedaban entrelazados a
través de un proceso conocido como transferencia de entrelazamiento.
Menos de uno de cada 150 millones de pares de fotones registraron la
señal de interferencia correcta. Aun así, los investigadores pudieron
empezar las medidas sobre los electrones antes del encuentro entre los
fotones, y revisar posteriormente los datos para hallar los intentos que
funcionaron. En el borrador informan de 245 ensayos con éxito tras 22
horas de toma de datos.
Finalmente, los físicos tienen que
cerrar la fisura que se abre si no pueden leer fiablemente el estado de
los electrones. Un error en dicha medida podría oscurecer las verdaderas
correlaciones entre los espines de los electrones. Para superar este
obstáculo, el equipo de Hanson usó electrones individuales atrapados en
defectos de tamaño atómico en diamantes enfriados casi al cero absoluto.
En estos defectos, los electrones pueden mantener fácilmente sus
delicados espines y pueden ser manipulados con microondas y luz. Los
físicos midieron el espín de cada electrón con una eficacia superior al
95%.
Con ambas fisuras cerradas, los
investigadores ven una clara violación de la desigualdad de Bell,
torpedeando las variables ocultas de Einstein y reivindicando el colapso
de la onda cuántica. “La única preocupación significativa que se puede
tener sobre este artículo es el pequeño conjunto de datos, lo que
significa que el resultado no está tan asentado como idealmente nos
gustaría”, comenta Wiseman. “Pero estoy seguro de que esto se
rectificará pronto”.
Siempre es posible inventarse nuevos y
alocados resquicios, señala Ferrie. Pero el experimento cierra los que
podrían usarse para atacar ciertas tecnologías cuánticas en desarrollo,
tales como los esquemas usados para entrelazar partículas para
distribuir de forma segura claves para codificar mensajes secretos en lo
que se conoce como “distribución de claves cuánticas independientes del
dispositivo”. “Es un hito técnico enorme” dice Ferrie, “y un requisito
previo para muchas futuras tecnologías cuánticas, que estamos seguros de
que permitirán el estudio y una final comprensión de una nueva física”.
Fuente: http://www.cienciakanija.com/2015/09/07/mas-pruebas-para-apoyar-la-accion-fantasmal-a-distancia/
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